Te fuiste discretamente, como no podía ser de otra manera, sin hacer ruido, como siempre, sin querer molestar. Fiel a ti misma, hasta en tus últimos momentos. Nunca quisiste ser protagonista, aunque en eso no te hayas podido salir con la tuya, pues para todos nosotros siempre serás el personaje principal de la historia de nuestras vidas... de ahí el vacío tan inmenso que nos has dejado.
Tú siempre tan correcta, tan servicial, hasta con los extraños, hasta en tus últimos días, reviviendo y sobreponiéndote momentáneamente cada vez que entraba un médico o una enfermera para dedicarle una sonrisa, un "gracias", un "estoy bien"...
Nos dejas a una maravillosa persona, nuestro padre, que está destrozado y para el que su vida nunca será la misma sin ti, pero tranquila, vamos a intentar cuidarlo como se merece, nunca como lo harías tú, porque eso es imposible; pero pondremos todo de nuestra parte.
Me está resultando terriblemente complicado escribir esto, no puedo elaborar una sola frase sin que una profunda tristeza se apodere de mí y consiga hacerme llorar sin consuelo. Sí, esas lágrimas que reprimí hasta el último momento para que no te asustaras, más bien para que no te preocuparas, que aún en tu lecho de muerte seguías haciéndolo, anteponiendo tu preocupación por cualquiera de nosotros a tu fatal estado de salud.
Pero tú te lo mereces todo, todo aquello que nunca fui capaz de decirte en toda mi vida, unas veces por mi timidez y otras por mi maldito carácter. Solamente una vez te he dicho en voz alta "Te quiero", y fue cuando estuviste en la U.C.I., cuando creía que todo estaba perdido, cuando vi que era demasiado tarde. Como siempre llegando tarde a todo, reaccionando a destiempo... Tengo la esperanza de que me escucharas, y si no fue así, estés donde estés, espero que me comprendas y me perdones. Daría cualquier cosa porque leyeras esta carta, porque conocieras mis sentimientos hacia ti...
Es la espina que tendré clavada en mi corazón durante toda mi vida, no haber sido cariñoso contigo, no haberte expresado abiertamente mis sentimientos. Nunca me lo perdonaré.
Estos días a veces pienso que podría haber hecho algo más por ti, incluso en tus últimos instantes que confundí tu agonía con ciertos "signos de vida" y di falsas esperanzas a mis hermanos; sin embargo esos signos, significaban que te estabas despidiendo.
De alguna manera, el azar, el destino, o tú misma quisiste que fuera yo, tu pequeño, el que estuviera presente en todas y cada una de tus últimas crisis, el que te acompañara en tus últimos suspiros, el que te diera la mano y estuviera contigo hasta que te fuiste. Que sepas que no fue un fastidio, que fue todo un honor para mí, y me consta que soy la envidia de algunos de mis hermanos.
Yo que nunca quise ver a una persona muerta, que me negaba a pasar por estos tragos... pero te marchaste dándome tu última lección, para hacerme más fuerte, para poder con las ansiedades, luchar contra los temores, para hacerme ver que puedo afrontar todo obstáculo que se me ponga delante.
Quisiera decirte tantas cosas...., aunque todo se podría resumir en una sola palabra: GRACIAS. Ese "gracias" engloba multitud de situaciones y de cualidades tuyas:
Gracias por ser tú, por ser como fuiste y por educarme como lo hiciste. Por tus sabios consejos y advertencias.
Por ser una luchadora, una sufridora nata, por ser tan buena administradora y sacar 5 hijos adelante, renunciando a todo por los demás.
Gracias por quererme tanto, sobreprotegerme y mimarme demasiado. Lo hacías porque siempre creíste que era por mi bien .
Por tu constante sufrimiento, por tu eterna preocupación. Por eso, por sufrir tanto por mí, te oculté muchas cosas, no te hablé casi de mis inquietudes, de mis temores, de mis problemas... Siempre con medias verdades, las que tú habitualmente descubrías gracias a tu increíble intuición y sabiduría.
Gracias por cuidarme, por arroparme cuando era pequeño. Por ser una excelente cocinera, por echarte tú siempre el peor plato de comida, por comerte la parte quemada o menos vistosa, por darlo todo por mí, por nosotros.
Te agradezco que hicieras tuyo cualquier pequeño éxito mío. Que reconocieras cada vez que hacía algo bueno, que de alguna manera estuvieras orgullosa de mí.
Solamente te pediré una cosa: por favor, deja de preocuparte por los demás, deja de sufrir, descansa, Descansa En Paz.
No sé qué pondrá finalmente tu epitafio, pero para mí sería algo como:
"AQUÍ YACE DOLORES CABALLERO ALBALADEJO, LA MEJOR MADRE Y ESPOSA DEL MUNDO, LUCHADORA Y SUFRIDORA NATA. UNA AUTÉNTICA SEÑORA".
Estés donde estés seguro que estás reunida con los tuyos, sobre todo con una persona a la que nombrabas mucho los últimos días, tu madre. De algún modo se cierra el círculo y parece que todos buscamos en los peores momentos el consuelo de una madre, una madre que a mí me falta en vida, pero que siempre estará en mi corazón y en mis recuerdos.
Hasta siempre mamá, TE QUIERO.