Rafael Nadal acaba de pasar a la historia tras ganar el Abierto de Estados Unidos, siendo uno de los únicos 7 tenistas en ser capaces de ganar los 4 Grand Slams. A pesar de haber triunfado en multitud de torneos más, tener la Copa Davis, ganar el Oro Olímpico, ser nº 1 Mundial.... da la impresión de que no se canse nunca de ganar. Todo ello cobra aún mayor relevancia al coincidir su carrera hasta ahora con el mejor tenista de todos los tiempos, Roger Federer.
Tan solo es un chico de 24 años, aunque parezca que lo estemos viendo jugar toda nuestra vida, y por ello sigue intentando mejorar día a día. Mientras abarrota sus vitrinas con innumerables trofeos, trabaja por perfeccionar su juego, por ser un poquito mejor.
En realidad el "zurdo de oro" es diestro, su entrenador desde bien pequeño fue obligándolo a jugar con la izquierda, convirtiéndose esto en un arma mortífera para sus rivales. Por su tipo de juego, como tantos otros tenistas españoles, era un experto en tierra batida, ahora y gracias a su esfuerzo, gana en cualquier superficie. Ha mejorado mucho en el saque, (su auténtico talón de Aquiles) fundamental en el tenis de hoy en día, que hacía que su juego se basara demasiado en el físico, convirtiendo en una heroicidad ganar cada partido.
Su fortaleza física salta a la vista, pero lo que más llama la atención si cabe es su fortaleza mental, su capacidad para remontar partidos imposibles, llegar a bolas inalcanzables sin dar una por perdida. Es la que le hace jugar cada punto como si fuera el último de su vida.
El año pasado, plagado de lesiones, fue fatídico para él, lo pasó realmente mal, muchos ventajistas y agoreros aprovecharon la ocasión para anunciar que estaba poco menos que acabado, que nunca llegaría a ser él mismo. Con esfuerzo, pundonor y trabajo ha demostrado a todo el mundo que no solo ha sido capaz de volver a la cima del éxito, sino de mostrar un nivel todavía superior. Por ello el pasado mes de junio lloraba desconsoladamente al vencer en Roland Garros, lágrimas de rabia contenida, de tensión acumulada, de satisfacción por el trabajo bien hecho.
En la rueda de prensa ofrecida por Nadal nada más aterrizar en España, tras su histórico triunfo en el US Open, hizo gala nuevamente de su humildad al afirmar con rotundidad que es una barbaridad decir que es el mejor deportista español de la historia y que para él es un honor el que se le compare con ese grupo selecto de grandes deportistas españoles, al ser preguntado por los periodistas sobre el debate que se ha abierto en las últimas fechas.
Este tipo de reacciones son las que hacen de él un tipo sencillo, cercano, hacen que cuando vemos a Nadal fuera de las pistas, parece como si estuviéramos viendo a nuestro vecino del 5º y no a un auténtico número uno Mundial.
En época de Cristianos Ronaldos, Beckhams y demás figuras del deporte convertidas en verdaderos iconos de imagen dentro de un frívolo mundo impregnado de superficialidad, emerge la personalidad de un número uno en todos los aspectos. Es un caballero fuera y dentro de la pista, en la derrota y en la victoria, hasta tal punto que cuando gana parece estar más pendiente de consolar a sus rivales que de celebrar el triunfo en sí. Sobre todo con Federer, su gran rival, que no enemigo, al que no se cansa nunca de elogiar. Su historial, aparte de trofeos, está plagado de gestos deportivos con sus contrincantes, impecable con el contrario, en los buenos y malos momentos siempre tiene buenas palabras hacia ellos. El último ejemplo son las palabras que dedicó a Novak Djokovic tras ganar la final del torneo americano: "Felicidades por la actitud tras un momento tan difícil como perder una gran final. Es un buen ejemplo para los niños. Algún día ganarás este torneo"
Es amigo de muchos otros deportistas como Gasol y admirado por todos, sin ir más lejos en su estancia en la Villa Olímpica durante los Juegos Olímpicos de Pekín, se convirtió en la figura más buscada de nuestros participantes, todos querían compartir un ratito con su ídolo y hacerse una foto con él. Lejos de alojarse en exclusivos hoteles de lujo, como hicieron otras estrellas, optó por trasladarse a la Villa Olímpica para convivir con el resto de la delegación española. Diariamente Rafa, inalterable, firmaba autógrafos y se hacía fotos con una paciencia infinita.
Lo dice todo su imagen en la final del pasado Mundial de fútbol de Sudáfrica , engalanado con bufanda, bandera, camiseta y sus pinturas de guerra en la cara, igual que cualquier chico de su edad, ilusionado y emocionado como el que más, como si él no estuviera acostumbrado a los triunfos importantes... Eso habla mucho de una persona que, a sus 24 años, probablemente sí que sea el mejor deportista español de todos los tiempos y un ejemplo como persona para el mundo entero.
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