Erase una vez una hermosa ciudad, a la que acudieron en peregrinación miles de personas pertenecientes a decenas de distintas tribus ataviadas con variopintos ropajes, todas unidas por un objetivo. No existían barreras ideológicas, ni la edad, ni la procedencia, ni el idioma constituían un obstáculo para disfrutar y compartir un nexo común, la música.
Todos convivían pacíficamente en el mismo espacio sin más preocupación que la diversión, un lugar extenso, sin fronteras, cómodo, inmejorable.
Y de fondo, de banda sonora, Franz Ferdinand, elegantes, contundentes, convincentes, al nivel de un festival que sigue creciendo a pasos agigantados y al que no se le ven límites.
Y colorín colorado, este cuento, ni mucho menos ha acabado...
¡Larga vida al SOS!.
¡Este año el SOS ha sido un pedazo de festival! Todavía estoy pensando cómo explicar todo lo que hice... :D
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