EL TIEMPO NOS MOLDEA

El otro día comentando con mis cuñados el capítulo final de la serie "Perdidos", comencé a darme cuenta de un hecho al discrepar con ellos a la hora de analizar el tema de los reencuentros de los personajes que se van sucediendo a lo largo del episodio. Lo que para ellos era uno de los aspectos que menos les había gustado porque en su opinión apostaba por la lágrima fácil y la "sensiblería", para mi fueron los momentos más emotivos del final de la serie. Mientras ellos contemplaban impasibles esas escenas que podrían considerar prescindibles, mis orgullosos ojos hacían grandes esfuerzos para no dejar escapar  ni una lágrima que mancillara mi masculinidad.

Eso me hizo plantearme algo que finalmente fue confirmado al repasar la entrada de mi blog sobre la película "Descubriendo Nunca Jamás", (en la que reconozco abiertamente que una película lacrimógena me había gustado mucho), y es que me estoy ablandando.

Volviendo al tema de los reencuentros de Lost, es cierto que yo a su edad hubiera afirmado lo mismo, por lo que parece que se puede llegar a la conclusión de que en cierto modo la vida y el paso del tiempo no sólo nos hace cambiar en el aspecto físico, sino que también va moldeando nuestra forma de ser y nuestros gustos, nos va formando como personas.

Dos buenos ejemplos de dicha aseveración los podemos hallar en los sentidos del oído y del gusto.

Con el sentido del oído, más bien me refiero al oído musical, el cual considero que con el devenir de los años se ablanda igualmente. A veces bromeo con un compañero de trabajo, unos doce años menor que yo, el cual hace menos de 4 años, cuando entró a trabajar, escuchaba música heavy inaudible, y ahora cuando lo veo tararear alguna canción de "Efecto Mariposa", le digo: "Te estás haciendo mayor". 

Siempre he tenido unos gustos musicales bastante amplios y he estado abierto a disfrutar de todo tipo de estilos, pero sí que con el tiempo parece que te decantes por un tipo de música más tranquila, más melódica.

Si analizamos el sentido del gusto, todavía es más notoria la transformación. Nuestro paladar, que en los primeros años es sensible a los sabores fuertes y muy definidos, se va adaptando y haciendo a nuevas experiencias. Así pasamos de los licores dulces al whisky, de los vinos rosados a los tintos, de los quesos suaves a los curados o al roquefort....

Quién me iba a decir a mí hace unos años que me iba a interesar la jardinería. Puesto que aún no he sentido la llamada de la paternidad, supongo que inconscientemente uno vuelca su instinto en las plantas, me reconforta verlas crecer y desarrollarse con mis cuidados.

Y así con todo, nuestros sentimientos son otros, con el tiempo y la experiencia vivimos las cosas de otra manera, la perspectiva es distinta, nuestras aspiraciones también. Son las vivencias las que nos van moldeando, la persona es la misma, nadie cambia totalmente de la noche a la mañana, pero tenemos distintos matices.

Eso es lo que me pasa, ¿es grave doctor?....


Elegida por vosotros como mejor entrada del mes de Junio en Confesiones de Un Pensador Compulsivo.